Júpiter, el planeta más grande del Sistema Solar
Júpiter es el planeta más grande del Sistema Solar y ocupa el quinto lugar en la posición con respecto a su distancia del Sol. Es un planeta compuesto principalmente por gases, por lo cual, junto a Saturno, Neptuno y Urano, pertenece al grupo al cual se le conoce también como los gigantes gaseosos.
Es uno de los cinco planetas que se pueden observar desde la Tierra, a pesar de que la distancia entre los dos, llega a los 600 millones de kilómetros. Júpiter es junto a Venus y la Luna uno de los objetos del espacio con más brillo, característica esta que llevó a las civilizaciones antiguas a asociar este planeta con sus principales dioses.
De hecho, el nombre Júpiter proviene del dios supremo de la mitología romana, y los griegos también habían relacionado su nombre con el de Zeus, su dios más importante. Vamos a conoces más a fondo todo lo que se sabe sobre Júpiter, el planeta más grande del Sistema Solar.
Júpiter, el planeta más grande del Sistema Solar
Debido a su alta fuerza de gravedad este planeta atrae los cuerpos en movimiento, como asteroides, meteoritos y cometas hacia sí mismo, recibiendo frecuentemente impactos, por lo que últimamente se le ha visto como un planeta protector de la Tierra, por su facultad de atraer los cuerpos y recibir él las colisiones por los otros planetas.
Características
Las características más resaltantes del planeta más grande del Sistema Solar son las siguientes:
- Su volumen es equivalente a 1.321 veces el del planeta Tierra, esto se debe a que su radio promedio es de 70.000 kilómetros.
- La masa total de Júpiter es igual a 318 veces la masa de la Tierra, debido a que su densidad es muy inferior respecto a la densidad de nuestro planeta.
- Júpiter se formó a partir de que en el espacio se quedó una parte de la masa después de la formación del Sol. Por esta razón, los principales componentes de su atmósfera son hidrógeno y helio, los mismos elementos que participan en mayor grado en la composición del Sol.
- Otra característica importante de Júpiter es que su día dura 9 horas y 55 minutos (tiempo que se toma para dar una vuelta sobre su propio eje), que lo hace tener el día más corto del sistema solar.
- La rápida velocidad de rotación en combinación con su composición de naturaleza gaseosa, son las razones por las que la forma de Júpiter es ligeramente achatada.
- En consideración con su forma, Júpiter no puede girar a una velocidad uniforme en todos sus puntos. Como muestra de ello, el ecuador puede llegar a girar hasta 5 veces más rápido que las zonas cerca de los polos.
- La inclinación del eje de rotación del planeta es de solo 3 grados. Por ello, la luz solar llega siempre con la misma dirección, no permitiendo la diferenciación de estaciones en Júpiter.
- Las variaciones en la intensidad de la luz solar se deben a la órbita elíptica de Júpiter, lo que trae como consecuencia que su distancia al Sol varíe a medida que el planeta órbita a su alrededor.
- Júpiter se caracteriza también por poseer un campo magnético de mucha potencia. Específicamente, la intensidad del campo magnético llega a ser entre 10 y 14 veces superior al de la Tierra.
Atmósfera
La atmósfera de Júpiter presenta una composición muy semejante a la del Sol, sus gases principales son el hidrógeno y el helio, con menores proporciones de metano, amoniaco y agua.
Como el planeta más grande del Sistema Solar no tiene una superficie sólida, no es posible determinar cuáles son el principio y el final de la atmósfera de Júpiter, en la realidad es como si tanto el interior como el exterior del planeta estuviesen envueltos por la atmósfera. Esta atmósfera a medida que va profundizando adentro del planeta, se hace cada vez más densa, hasta llegar a un estado dónde el hidrógeno pasa a ser completamente fluido.
Producto de que los vapores de agua y amoniaco se están moviendo entre el hidrógeno y el helio, se produce una llamativa combinación de colores, la cual es una característica asociada con la atmósfera de Júpiter. La distribución de las presiones también contribuye a la formación de franjas de colores variados.
Por los tonos de esos colores (amarillos, marrones, rojos y blancos) se infiere que exista algo de potasio, sodio y yodo en la composición de la atmósfera de Júpiter.
Por las diferencias de presión entre estas franjas y su movimiento a gran velocidad, se forman frecuentemente tormentas en los límites de dos de estas bandas y como no existe una superficie sólida que las contenga, esas tormentas tienen duraciones de varios cientos de años.
La más famosa de esas tormentas es la conocida como La Gran Mancha Roja de Júpiter, que tiene una existencia mayor de los 300 años, con unos vientos cuyas velocidades sobrepasan los 500 kilómetros por hora.
Estructura
Un tema que no ha sido fácil de establecer con certeza tiene que ver con el estudio de la estructura interna de los planetas porque no se tiene una manera de realizar observaciones directas de sus capas. Para deducir la distribución de los materiales y sus estados físicos dentro de un planeta, es necesario apoyarse en ciertas mediciones como la masa del planeta, su gravedad, su campo magnético y otros.
En el caso específico de Júpiter, aún no se tiene una definición que pueda asegurar lo que se infiere en cuanto a su estructura interna. Algunos de los datos más extendidos dan indicios que Júpiter cuenta internamente con un núcleo sólido, probablemente compuesto por hierro y silicatos. Este núcleo se encuentra rodeado por una capa de hidrógeno. Debido a que este hidrógeno se encuentra expuesto a una muy alta presión, existe una amplia posibilidad que esté en un estado conocido como hidrógeno metálico. Esto indica que el hidrógeno en esta capa tiene el comportamiento de un conductor eléctrico y posiblemente sea este el origen del fuerte campo magnético de Júpiter.
Finalmente existe una capa de hidrógeno líquido, similar a un océano, pero con hidrógeno en lugar de agua. La presión de este hidrógeno se va reduciendo con la altitud y poco a poco se produce una transición hacia el estado gaseoso. Estas capas finales también contienen otros elementos, dentro de los cuales sobresale el helio.
Satélites
Hasta ahora se han determinado 79 lunas o satélites naturales de Júpiter y se estima la probabilidad de que aún no se hayan descubierto todas las que realmente tiene. De estas lunas, las últimas 10 fueron descubiertas en el año 2018. En gran número de los casos su observación desde la tierra no ha sido fácil, debido a que son asteroides cuyo diámetro es de pocos kilómetros.
La proximidad entre el planeta Júpiter y el cinturón de asteroides ha ocasionado que muchos de los asteroides se desvíen de su órbita original y queden girando alrededor de Júpiter, en la mayoría de los casos de una manera excéntrica e irregular.
Sin embargo, Júpiter tiene cuatro grandes lunas, cuyos nombres son Ganimedes, Calisto, Io y Europa. De hecho, Ganimedes es el satélite natural más grande que existe en el sistema solar, superando en tamaño al planeta Mercurio.
Satélites galileanos
A esos satélites se les llama satélites galileanos en honor a Galileo Galilei, quien los descubrió en 1610. Con este descubrimiento se comprobó la existencia de cuerpos celestes que giraban en órbitas no solamente alrededor de la Tierra, sino también alrededor de otros cuerpos.
Los satélites Io y Europa son densos, rocosos y están situados en la proximidad de Júpiter, en tanto que los satélites Ganimedes y Calisto se encuentran más alejados del planeta, siendo su densidad menor y están compuestos por hielo.
A los satélites galileanos, se les considera satélites regulares debido a que su tamaño y su masa son lo suficientemente grandes como para poder generar una fuerza de gravedad capaz de moldear al satélite hasta que logra obtener una forma más o menos esférica y regular.
Satélites menores
Los satélites menores se dividen en dos grupos: el grupo de Amaltea compuesto por cuatro satélites más pequeños que los galileanos y cuya órbita es más cercana a Júpiter. Son sus nombres: Metis, Adrastea, Amaltea y Tebe.
Los satélites irregulares son un grupo muy amplio de forma no regular y de menor tamaño, unos 60, que se mantienen en las órbitas más alejadas de Júpiter. Los satélites más importantes de este grupo son Himalia, Aedea, Cilene, Elara o Leda. Hace poco fueron descubiertos ocho más, así que cada día puede ir aumentando su cantidad.
Anillos
Cuando se habla de planetas con anillos, el primero que se viene a la mente es Saturno, Sin embargo, también Júpiter cuenta con un sistema de anillos, el cual fue descubierto por la sonda Voyager en 1979 y los mismos no han sido fáciles de observar, debido principalmente a su composición.
Son cuatro los anillos de Júpiter, el planeta más grande del Sistema Solar. El más interno es Halo, el cual es uno que tiene forma de nube. A continuación, se encuentra el anillo Principal, que se caracteriza por ser bastante estrecho y muy delgado. Le sigue el anillo Gossamer, que es casi transparente. Este último anillo se compone de dos partes: el anillo Amaltea Gossamer, que se ubica más próximo a Júpiter, y el anillo Tebe Gossamer.
Mientras que se ha determinado que los anillos de Saturno se han formado, en su mayoría, por el hielo, los de Júpiter están compuestos por numerosas y pequeñas partículas de polvo. Por medio de la información enviada por la nave espacial Galileo, hoy en día se conoce científicamente que dicho polvo es producto del impacto de los meteoros que chocan contra la superficie de los satélites menores de Júpiter, Metis y Adrastea. El polvo generado entra en la órbita alrededor de Júpiter y va formando los anillos.
La edad del sistema de anillos de Júpiter no se conoce con exactitud, pero se estima con mucha probabilidad que hayan existido desde los orígenes del planeta. Tras las exploraciones iniciales de la Voyager 1, los anillos de Júpiter han sido investigados por la nave Voyager 2, el orbitador Galileo, la sonda Cassini, la sonda New Horizons y por los telescopios Keck y Hubble.
Órbita
La órbita que Júpiter describe alrededor del Sol, tiene un radio promedio de 778 millones de kilómetros. Evaluando en términos de tiempo, el planeta más grande tarda en completar una vuelta alrededor del sol 11.82 años, es decir 4.332,6 días. Este tiempo tan lento hace que parezca que Júpiter no cambia su posición en el cielo.
El espacio que existe entre Júpiter y Marte, es la región dónde se ubica el cinturón de asteroides, compuesto por unos 70.000 asteroides, entre los cuales uno de los más conocidos es Ceres, el planeta enano. Debido a que la órbita de Júpiter es elíptica, la distancia menor a la que el planeta llega a acercarse al sol es 740 millones de kilómetros y la distancia cuando está más alejado es de 817 millones de kilómetros.
Gravedad
Parece compatible la premisa de que el planeta más grande del Sistema Solar, debe ser el que tenga la fuerza de gravedad más elevada. La masa del planeta es una variable muy importante para la capacidad de atraer o alejarse de los planetas. Aunque la masa de Júpiter no es la suficiente como para atraer a otros planetas como la Tierra o Saturno, si lo es para causar desviaciones a los asteroides o a naves dirigidas.
La Tierra cuenta con un buen escudo protector de asteroides, y no es otro sino el planeta Júpiter. Otro de los beneficios que nos da ese planeta, es el de permitir dirigir y tomar más impulso a las naves que se lanzan desde la Tierra. Algunas de ellas son, la nave New Horizons, que fue lanzada en el año 2006 y pasó por Júpiter en el 2007. Gracias a su paso por el planeta gaseoso, la nave alcanzó una velocidad que le permitió reducir en 3 años la misión de New Horizons hacia Plutón.
También la sonda Pionner 10, la cual después de sobrepasar el Cinturón de Asteroides, tomó velocidad al impulsarse con el planeta Júpiter. La velocidad se incrementó y alcanzó los 132.000 kilómetros por hora.
El planeta Júpiter es uno de los que causa mayor interés y crea más emoción. Es el más grande y es el planeta dominante del Sistema Solar.
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La NASA confirma que hay agua en Júpiter
En la actualidad se evalúan los proyectos de explorar una de sus lunas, en la cual se ha detectado la existencia de agua con el fin de determinar si se cuenta con las condiciones para que pueda desarrollarse alguna forma de vida.
Según la revista Nature Astronomy, los informes de la nave estiman que en la región del ecuador, el agua constituye aproximadamente el 0.25% de las moléculas en la atmósfera del planeta más grande del Sistema Solar, casi tres veces la del Sol.
¿Es habitable Júpiter?
La probabilidad de encontrar alguna forma de vida en Júpiter es nula si se consideran los valores extremos de las temperaturas y presiones que se han obtenido en las observaciones exploratorias.
Sin embargo, los científicos han encontrado en algunos de los satélites naturales de Júpiter los indicios necesarios para no descartar del todo la existencia de condiciones que pudiesen favorecer el desarrollo de algunos tipos de vida.
En concreto, algunos estudios han permitido establecer la hipótesis de que en el satélite de Júpiter llamado Europa existe la presencia de un océano por debajo de la capa de hielo de la superficie.
De llegar a verificarse esta hipótesis, el satélite Europa se convertiría en uno de los puntos del sistema solar más atrayentes para realizar exploraciones espaciales, ya que sería importante evaluar la premisa de que dentro de él están presentes muchos de los factores necesarios para permitir que haya vida.
La luna Europa tiene un diámetro de 3 mil 100 kilómetros, y orbita a Júpiter a unos 780 millones de kilómetros del Sol. La temperatura de su superficie jamás ha superado los -160 grados Celsius, pero aún no se ha podido establecer la de su océano subterráneo.
Es una de las lunas de mayor tamaño en el Sistema Solar y desde que las sondas exploratorias Voyager y Galileo la sobrevolaron, los científicos han sostenido que la corteza superficial helada flota en un océano subterráneo, cuyo origen y composición aún no se tienen claros.
Utilizando los datos de la misión Galileo, los investigadores del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA realizaron modelos de los depósitos geoquímicos en el interior de Europa.
Océanos como el del interior de Europa se pueden haber originado por metamorfismo, es decir, que el calentamiento y el aumento de la presión debido a la temprana descomposición radioactiva o el movimiento posterior de las mareas del subsuelo sería el causante de la descomposición de los minerales que contienen agua y su liberación.
En busca de vida extraterrestre en las lunas de Júpiter
Hasta la fecha se han enviado varias misiones de exploración e investigación hacia el planeta Júpiter. Las mismas comenzaron en la época del desarrollo de la carrera espacial, a partir de la década de los años 70 poco después de que el hombre llegó a la Luna.
Misiones Pioneer 10 y 11
Las misiones exploratorias que por primera ocasión tuvieron como destino a Júpiter fueron las Pioneer 10 y 11, que se acercaron a las proximidades del planeta en los años 1973 y 1974. Fue esta la primera vez que se hicieron observaciones y fotos directas del gigante Gaseoso, de su Gran Mancha Roja y de los satélites. En esa oportunidad se determinó que su composición principal era de líquido y que todo indicaba que existiera un núcleo sólido.
Misiones Voyager 1 y 2
Las observaciones directas de estas misiones fueron recolectadas por las sondas Voyager 1 y 2, lanzadas en 1977 y que, en 1979, en su paso por Júpiter captaron más de 52.000 imágenes del planeta, las cuales fueron de utilidad en la tarea de descubrir varios aspectos relacionados con la meteorología del planeta, incluso se descubrió la presencia de varios volcanes activos en el satélite natural Io.
Misión Galileo
Tiempo después, la misión Galileo pudo entrar en la órbita de Júpiter a fines de los años 80, siendo esta la primera vez que se pudo descender 153 kilómetros al interior de la atmósfera para poder determinar las características de la misma.
También recogió y transmitió pruebas de la posible existencia de un océano bajo la superficie del satélite Europa y por ella se pudieron capturar imágenes de la colisión entre el cometa Shoemaker-Levy 9 y el planeta.
Misión Ulises
La misión Ulises tuvo la oportunidad de recolectar información acerca de la magnetosfera de Júpiter en 1992 y, luego en el 2000, Casinni aprovechó su paso por el planeta, ya que su destino final era Saturno, para capturar 26.000 imágenes del planeta y de los satélites.
New Horizons
Otra misión de paso fue New Horizons, la cual se dirigía para Plutón, y pasó por el planeta gaseoso en 2007, quedándose por un tiempo de seis meses, haciendo énfasis en esta oportunidad en la investigación de los satélites, los anillos y la climatología.
Los telescopios también han sido de gran ayuda para la captación de las imágenes, uno de ellos es el Hubble, el cual permitió tomar con otra perspectiva el impacto del cometa que presenció la sonda Galileo, además de que ha tomado una gran cantidad de fotografías de la Gran Mancha Roja.
Juno
La información más reciente que se tiene de Júpiter es la que transmitió Juno, la cual propició que los científicos llegasen a la conclusión de que se están haciendo descubrimientos de un planeta completamente nuevo. Esta misión ha sido excepcionalmente útil, considerando que viaja cada 53 días registrando información con ocho instrumentos.
Con esto, además de obtener imágenes novedosas y espectaculares acerca de la actividad de las tormentas en los polos donde es muy difícil determinar cómo se originan o su estabilidad, la principal información enviada por Juno tiene que ver con la presencia de agua en el ecuador de Júpiter, lo cual ha puesto a los científicos a retomar su interés por conocer más del planeta.
A pesar de los problemas de orden presupuestario, la idea de seguir enviando misiones de exploración al planeta y sus lunas continúa, como, por ejemplo, está en pie la intención de ir a la luna Europa a buscar pruebas de que sea un ambiente favorable para que se desarrolle alguna forma de vida.
Impactos sobre el planeta
Impacto en 1994
El 24 de marzo de 1993, el matrimonio que forman la Dra. Carolyn y el Dr. Eugene Shoemaker, junto con el Dr. David Levy se encontraban haciendo fotografías al cielo nocturno con el uso de un telescopio de 0,4 metros de diámetro con la intención de detectar asteroides que fuesen potencialmente peligrosos. Sin embargo, una de sus imágenes les permitió ver una situación fuera de lo común: una estructura alargada que se componía de varios puntos brillantes y rodeada por una especie de neblina.
El resultado de los cálculos indicaba que la estructura en observación se encontraba a la distancia de Júpiter y sus características orbitales permitían establecer que había sido capturado por la gravedad del planeta gigante en el año 1929, por lo que llevaba casi 64 años dando vueltas en torno a él. Y, por si esto fuera poco, podía anticiparse que la órbita que estaba describiendo lo llevaría con mucho riesgo hacia la parte superior de la atmósfera de Júpiter el próximo año.
El objeto en cuestión se trataba de un cometa, una bola compuesta por hielo y roca que surge de los confines del sistema solar. A este cometa se le bautizó con el nombre de Shoemaker-Levy 9 por tratarse del noveno cometa que este grupo de personas descubría.
La causa principal por la cual el cometa se mostraba en las imágenes captadas como una estructura alargada era que la gravedad de Júpiter lo había fragmentado en numerosas partes, concretamente en 25, como se determinaría en posteriores observaciones realizadas por el Telescopio Espacial Hubble. A partir del día 16 de julio de 1994 la totalidad de los fragmentos de hielo y roca terminaron estrellándose contra Júpiter.
Toda la comunidad científica le hizo seguimiento al acontecimiento con un interés inusual, debido a que sería la primera vez que podría llegar a documentarse el choque entre dos cuerpos celestes pertenecientes al sistema solar. Por supuesto, con los cráteres existentes en la superficie de la Luna, Marte o la Tierra se hacía posible tener una idea de cuáles serían las consecuencias del impacto de un asteroide o un cometa contra un cuerpo sólido, pero, como Júpiter es un planeta compuesto principalmente por gases, los efectos que dejaría el choque del cometa Shoemaker-Levy 9 no se tenían bien claros.
Una de las mayores diferencias entre un planeta rocoso como la Tierra y un planeta gaseoso (como Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno) es que estos últimos no cuentan con una superficie sólida. Por tanto, un cometa que se precipite sobre uno de los gigantes gaseosos no tendrá un impacto contra una superficie sólida y no perforará un cráter, sino que se vaporizará en la atmósfera mientras la atraviesa a velocidades muy altas, ocasionando el calentamiento exagerado del aire que lo circunda e incrementando la circulación vertical de los gases que se encuentran en las diferentes capas atmosféricas.
Para comprender la magnitud de la colisión, se estimó que los fragmentos del cometa Shoemaker-Levy 9 tenían un diámetro aproximado de un kilómetro y que se profundizarían en la atmósfera de Júpiter a una velocidad de 60 kilómetros por segundo.
Cuando el día 16 de julio el primer fragmento del cometa se estrelló contra la superficie del gigante gaseoso, el Telescopio Espacial Hubble captó una gran masa de gas caliente y escombros que se elevó a una altura estimada en unos 3.000 kilómetros sobre la capa de nubes más alta del planeta. Cuando todo ese material colapsó y cayó de nuevo hacia el planeta, se formó en la atmósfera de Júpiter una mancha circular oscura del tamaño aproximadamente igual al de la Tierra.
Los efectos de los fragmentos del cometa Shoemaker-Levy 9 en la atmósfera de Júpiter, tardaron varios meses en borrarse. Debido a que los impactos removieron el gas presente en el interior del planeta y lo transportaron hasta las capas más exteriores de la atmósfera, los astrónomos tuvieron la oportunidad durante esos meses para analizar al detalle su composición y conocer más sobre la estructura interna de Júpiter. Es decir, este evento además de constituirse en un espectáculo nunca visto anteriormente en la historia de la astronomía universal, contribuyó en alguna medida con el conocimiento de nuestro sistema solar.
Impacto en 2009
El 19 de julio de 2009 un astrónomo aficionado australiano descubrió la presencia de una mancha negra de grandes dimensiones cerca de la región polar del planeta Júpiter, el mayor del Sistema Solar. El impacto había sucedido apenas unas tres o cuatro horas antes que la mancha fuese detectada, en el lado oscuro de Júpiter, por lo que no se pudo observar de manera directa, y en una latitud muy alta, cerca del polo Sur del planeta. La trayectoria fue opuesta a la que siguieron los fragmentos del cometa Shoemaker-Levy 9.
Después de ser prevenidos los grandes observatorios del mundo, incluyendo el telescopio Hubble, fue confirmado pocas horas después que la mancha era el residuo de las cenizas que había dejado el impacto de un cometa o asteroide. Según los estudios, la mancha principal era una nube muy oscura originada por los residuos del impacto, y llegó a alcanzar un tamaño de 5.000 kilómetros en la atmósfera de Júpiter, aunque estaba rodeada por un halo producto de la caída del material expulsado de la atmósfera hasta unos 8.000 kilómetros.
En los días posteriores, las cenizas fueron transportadas por los vientos de Júpiter. Existen dudas sobre si el cuerpo que colisionó en la superficie de Júpiter fue un cometa o un asteroide. Suponiendo que su naturaleza fuese de un cometa el tamaño del mismo habría rondado los 500 metros.
Este segundo choque detectado claramente en Júpiter, después del que causó el cometa Shoemaker-Levy, indica que, probablemente, el impacto de cuerpos de tamaños de 0,5 a 1 kilómetros sobre el planeta es más frecuente de lo que se piensa. Hasta ahora se estimaba que ocurría un impacto cada 50 a 250 años en promedio, pero con esta información nueva puede concluirse que eventos de este tipo podrían ocurrir cada 10 o 15 años.
Impacto en 2016
El 17 de marzo de 2016 el impacto de un cometa o asteroide que colisionó con la superficie de Júpiter fue captado por el astrónomo aficionado John McKeon, quien preparó un vídeo con las imágenes del evento. McKeon estaba observando el planeta más grande del Sistema Solar desde Swords, Irlanda, cuando tuvo la oportunidad de ser testigo directo de esta situación. La idea original de la sesión de fotografías era conseguir imágenes del tránsito de las lunas Io y Ganimedes de Júpiter. El aficionado a la astronomía consiguió esta observación con un telescopio Schmid-Cassegrain de 11 pulgadas y su cámara ASI120mm.
Otro astrónomo aficionado -Gerrit Kernbauer de Mödling, Austria- pudo observar el fenómeno, con imágenes de menor calidad, que también han sido publicadas por Youtube.
En el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA se explicó que lo más probable es que el cuerpo que colisionó fuera un asteroide, porque son mucho más comunes que los cometas.
Impacto en 2019
El 7 de agosto de 2019 un aficionado estadounidense pudo capturar el instante preciso en el que un meteorito de gran tamaño se estrellaba contra la superficie de Júpiter, el planeta más grande del Sistema Solar. Ethan Chappel, de Texas, publicó la información en su cuenta de Twitter sobre la grabación captada.
El astrónomo aficionado estaba interesado en documentar la lluvia de meteoros de las Perseidas, un espectáculo de fuegos artificiales naturales que es ocasionado por los restos que dejó el cometa Swift-Tuttle y que estaba previsto que se pudiese captar entre el 11 y el 13 de agosto. Y fue en ese instante que se registró el impacto en Júpiter. Pero no se dio cuenta de lo sucedido hasta que revisó después lo que había grabado.
Por comparaciones con impactos anteriores se ha determinado que se trata de un objeto de entre 10 y 12 metros de diámetro que cayó en Júpiter a una velocidad aproximada de 60 kilómetros por segundo. El referido objeto se transformó en una bola de fuego y acabó estallando, liberando así una energía que puede ser comparada a la producida por una explosión nuclear, a una altura aproximada de 100 kilómetros sobre las nubes de Júpiter.
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